En una encuestra del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) se preguntó a los ciudadanos la capacidad de ensoñación que evocan los políticos. En concreto, la pregunta se formuló en los siguientes términos: ¿en el último tiempo ha escuchado hablar a algún personaje público que le haya hecho soñar con un país mejor?. Un 29% respondió que sí; un 69% dijo que no y un 2% NS/NR . Es duro constatar que más de dos tercios de los encuestados consideren que jamás han escuchado algún político que les haya hecho soñar. Según los encuestados el liderazgo político no remite a ningún sueño, ni a nada similar que permita pensar en un futuro distinto al presente. La política aparece apegada a la realidad sin ninguna proyección que evoque un futuro diferente capaz de ensoñar. La referencia a los sueños no debe considerarse como una ilusión. Todo lo contrario. Las personas encuestadas abordan el tema de los sueños políticos seriamente, sin ninguna fuga o espejismo de la realidad. El sueño se concibe como plasmación de un futuro deseado, nada más.
El sueño político surge como expresión de las aspiraciones colectivas. Este sueño se convierte, cuando existe, en la guía que conduce el progreso político y gobierna los procesos de cambio. Solo es posible el cambio cuando se ha soñado un futuro deseado. De acuerdo con la encuesta del PNUD la ensoñación política está muy bien valorado por las personas.
En la encuesta del PNUD un 78% de personas consideraron que los sueños eran alcanzables, mientras que un 21% creían que no. Por su parte, un 74% de las personas consideraban que soñar ayuda a conseguir los objetivos, mientras que el 24% cree que soñar no sirve para nada. El 92% de las personas creen que es bueno soñar en todas las etapas de la vida y el 84% consideran que en los tiempos que vivimos es necesario soñar para poder enfrentar mejor el futuro.
Sin sueño no es posible la política. ¿Quién ayuda a crear los sueños?