Los aprendizajes en la Sociedad del Conocimiento son difusos y ello abre enormes oportunidades para adquirir nuevos conocimientos. En la Sociedad Industrial, donde todo parecía estar más ordenado: había un tiempo para educar, un tiempo para formar y un tiempo para trabajar, la formación tenía una función asociada, básicamente, al uso de un conocimiento limitado y orientado a la actividad productiva, a las ventas y a los resultados. Fuera de este ámbito el conocimiento era una cuestión marginal, incluso poco relevante.
Sin embargo, la Sociedad del Conocimiento crea un modelo de sociedad dónde todo es aprendizaje y fuente de conocimiento. Así, la formación adquiere un nuevo sentido y, sobre todo, una nueva función social. El valor de los productos y servicios en la Sociedad del Conocimiento hace realidad una simple ecuación: Valor = Capital + Trabajo + Conocimiento. La novedad de esta ecuación es el mayor peso relativo que adquiere el conocimiento. Sin embargo, no todas las organizaciones han comprendido el sentido de esta ecuación y la fuerte interdependencia existente entre las dos variables: personas y conocimiento. Baste un ejemplo para ilustrar lo anterior: las políticas de jubilaciones anticipadas son contradictorias con estos planteamientos, pues éstas, al prescindir de personas con experiencias adquiridas tras muchos años en el trabajo, expulsan de las organizaciones importantes cantidades de conocimientos no formalizados que son claves para su propio futuro. Se pretende construir el futuro sin tener en cuenta las pericias del presente. Es como reinventar siempre la rueda.
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